domingo, 13 de enero de 2013

El Cartoonero: Garcés de Alameda y el “Boom” Mexicano (Fierro 74)

A mediados de la primera década del 2000 se vivió en México un verdadero “boom” historietístico. Se reflejaba este fenómeno en una cantidad acromegálica de convenciones del cómic, eventos, mesas redondas, conferencias, presentaciones de libros, inauguraciones de comiquerías, ferias fanzineras, murales pintados por dibujantes, artículos, blogs, polémicas y libros sobre crítica y análisis sobre el tema. Prácticamente se estrenaba una importantísima feria del cómic cada semana en distintas ciudades o a veces en la misma y simultáneamente, incluso en el mismo lugar físico.

Dibujantes semi-comocidos de todo el país eran convocados día por medio para dar su opinión sobre temas como “¿Qué es la novela gráfica?”, “¿Cuál es el futuro de la historieta?” y también “¿Qué es la novela gráfica?”; a un punto en el que el público se preguntaba cómo encontraban tiempo para dibujar.

La respuesta, claro, estaba en la escasa publicación de cómics per se que se vivía en el país. De hecho no existía una sola revista profesional, y los diarios ya habían expulsado el género de sus páginas desde hacía tiempo, ya que les parecía “cosa de nacos” (“groncho”, en mexicano). Se publicaban algunos libros de edición independiente financiados con el esfuerzo de los subocupados dibujantes (cuando no de su bolsillo), cuyas ventas rara vez alcanzaban los dos dígitos (esto limitaba un poco el evento “presentación de libros”, pero se solucionaba presentando el mismo libro una docena de veces).

Esto no era impedimento alguno para que la prensa especializada se llenara la boca con un supuesto “boom”, exhibiendo como prueba esta proliferación de sucesos adyacentes a la historieta. “Esta semana me contrataron como conferencista y coordinador de charlas para cuatro ferias del cómic. ¡Nunca vivimos tiempos más prósperos!”, señalaba el crítico Moctezuma Garcés de Alameda desde su Toyota Corolla último modelo. No se mencionaba el hecho de que el 98 % del material comercializado en esas ferias fueran muñequitos de super héroes o ediciones mexicanas de manga japonés; el “boom” era obvio, reflejándose en la abultada cuenta bancaria de organizadores y entrevistadores de Stan Lee.

Fue precisamente Garcés de Alameda quien vivió uno de los momentos más extraños de la historia del cómic mexicano. Desde hacía un par de años el crítico se había convertido en empresario y curador de Comicartoon, la más importante convención de cómics del país azteca, que se realizaba cuatro veces al año. Cuando en el 2008 el gobierno de Calderón debió restringir algunas importaciones, la llegada de novedades norteamericanas se vio afectada y la edición invernal de Comicartoon estaba en peligro. Debió entonces convocar algunos dibujantes autóctonos para protagonizar la feria, incluso aunque los muy ingratos exigieran una retribución en metálico.

“Cochili repasa su carrera”

Sin embargo se vio un poco inquieto al ver el contenido de las charlas propuestas: “Felipe Díaz Nieto nos habla de una historieta que dibujó en el año 1997”; “Cochili repasa su carrera, con las tres historietas que hizo incluidas”; “Polémica: ¿12 ejemplares vendidos dan para hablar de un récord de ventas?”. Estudiando de más cerca el caso, comprobó que no quedaba un dibujante en actividad en todo el país. La mayoría habían abandonado la profesión hacía un lustro, ya que tenía que comer. Lo más parecido a un dibujante de historietas que encontró fue un señor que dibujaba caricaturas de los transeúntes en la rambla de Puerto Vallarta.

Garcés de Alameda echó entonces a patadas a los dibujantes y contrató actores desconocidos, que si bien no le cobraban más barato eran menos lúgubres y monocordes que los miembros del gremio dibujante. Con la ayuda del ex guionista de la historieta de Novaro Super Maya (que ahora se dedicaba a escribir telenovelas) guionó 16 conferencias y mesas redondas (con agrias polémicas incluidas), y media docena de entrevistas a ficticios próceres del dibujo, que contaban –para éxtasis del público- el origen de legendarios personajes inexistentes. (Garcés de Alameda evaluó incluso editar estos falsos clásicos, pero descartó el proyecto por ser económicamente innecesario).

Los aficionados estaban encantados de conocer a estos famosos autores, aunque lamentaban que el material que realizaban estuviera agotado. La feria fue un éxito y la prensa especializada señaló la notoria presencia de estos artistas como otra prueba del momento floreciente que vivía la industria; irónicamente fue el inicio de otra profesión, la de creador de cómics inexistentes, que subsiste al día de hoy en publicaciones del mundo entero y que se paga a precio de oro.

Elvira, la niña con un murciélago en la cabeza, el personaje emblemático del genial e inexistente Juaje

2 comentarios:

Doctor Kaos dijo...

Yo también quiero ser creador de cómics inexistentes...

Mordi dijo...

Qué grande este as del márketing mexicano.

Para homenajear al cómic azteca en su auge remplazó a los dibujantes por sus remedos. Algo parecido nos cuenta el escritor occitano Joan Bodon: En el sud de Francia querían abrir un parque para dar a conocer a los turistas la cultura local, con su lengua regional incluida. Como ello requería un aprendizaje y prestar atención, los empresarios decidieron remplazar a los verdaderos guias locales por meros actores entrenados para hablar con la tonada "del campo": http://www.decouvertes-occitanes.fr/fr/les-editions-de-l-ostal-del-libre/257-las-domaiselas-jean-boudou--9782905209127.html

Otro homenaje similar es el que rinde el Obelisco porteño a la torre de San Nicolás, donde fuera izado el pabellón nacional por primera vez (ver cara este del Obelisco). Tiraron abajo la iglesia colonial que allí estaba para construir un monumento en su honra.

Por lo pronto, voy a seguir buscando la obra de Juaje, que parece muy divertida.