La verdadera transgresión artística suele florecer en aquellas sociedades que tienen algunos problemas básicos solucionados. El under norteamericano o el movimiento de los Humanoides Asociados son propios del primer mundo: quien tiene el estómago lleno, puede más tiempo libre para la realización de experimentos estéticos.
Por eso es que tal vez pueda otorgarse el premio de “El Artista más Transgresor del Planeta” a Gunnar Eriksonn, un furioso dibujante de cómics de Estocolmo. Nacido en una familia bien establecida, padre oftalmólogo y madre editora de libros infantiles, el autor de Svenn, el Desagradable tuvo una infancia tranquila y sin mayores problemas, lo que prácticamente garantizó su talento para los relatos sobre marginales muertos de hambre, abusados sexualmente y adictos a las drogas duras.
Algunos de los cómics de Eriksonn fueron prohibidos en varios países de occidente, y su historieta Degradación (2007), cuyo argumento preferimos obviar, no ha encontrado editor que se atreva a sacarlo a la venta. Algunos de los allegados al artista han llegado a cortar su relación de amistad con éste luego de leerla, alegando traumas psicológicos leves. Coprofagia, canibalismo en vida, violación, genocidio, pedofilia e incesto son algunos de los temas más suaves que se tratan en el relato.
“Mi intención es darle un cachetazo al lector; sacarlo de su letargo”, comentó Eriksonn en un reportaje que le hicieron en el Hospital Rey Gustavo de Estocolmo, cuando se recuperaba de un linchamiento producido, por cierto, luego de “sacar de su letargo” a algunos miembros de su público, que no esperaban los escandalosos giros de su historieta Ratas & Heroína.
Durante el juicio que siguió al episodio, varios confesaron no saber qué les había ocurrido, para luego quebrarse y llorar mientras repetían como una letanía las horrendas peripecias que sufría Inga, la protagonista del cómic. Luego de leer en voz alta –y usando muchos eufemismos- el argumento de la historieta (y provocar descomposturas y accesos de ira entre los miembros del jurado), no sólo se absolvió a los atacantes del dibujante sino que por poco se repite el linchamiento en el propio juzgado (con el juez a la cabeza).
Los familiares de Eriksonn le rogaron que moderara el tono de sus obras, sin resultados a la vista. “No puedo evitarlo; ser provocador está en mi naturaleza”, explicó en otra entrevista, que culminó con un furioso puñetazo de su entrevistador. Meses después publicaba en Borg, una transgresora revista de cómics su nueva serie Nazis en mi casa, donde además de redoblar la apuesta en la temática (es imposible leer la escena del inflador del capítulo 2 sin vomitar) comenzó a experimentar con un dibujo más agresivo, retorcido, oscuro, por momentos ilegible (se habla de casos de estrabismo provocado). El capítulo 7, por ejemplo, no sólo cuenta algunos hechos de violencia y bajeza a través de un caos visual desolador, sino que el texto (“interminable”, según los críticos más benévolos) parece estar escrito por un mono subnormal, en un tamaño indescifrable y con una redacción degradante, incluso para aquellos lectores que entienden el sueco. En resumen, si la intención de Eriksonn era darle un puñetazo al lector, con esta historieta no le deja un hueso sano, le mete un dedo en el culo y después lo escupe. De verdad que dan ganas de ir a Suecia y recagarlo a trompadas.
El trabajito le costó a Borg el cierre, su editor quedó en la completa ruina debido a una serie de juicios y se cree que la violencia en Suecia aumentó un 42 % sólo por haber tomado contacto con esta historieta. Eriksonn era considerado en este momento “El Hombre más Odiado de toda Suecia”, lo que haría recapacitar al artista más salvaje.
Sin embargo, estaba decidido a dar un paso más: En su obsesión por provocar y agredir al lector, en el 2011, eligió al azar a un lector, un lector real, Bjorn Bergström, e inició una serie de cómics auto-editados (pero de notable tirada, contando para ello con la herencia de sus padres, recientemente muertos en un accidente automovilístico) llamada El Hijo de Puta de Bjorn Bergström, en la que relataba las miserias más ocultas de su víctima, y agregaba algunas nuevas y cada vez peores.
Gracias al hecho de que esta vez la agresión al lector estaba concentrada en una sola persona, la serie fue un éxito rotundo, y un ejemplo de cómo se puede desafiar las convenciones sociales y que te feliciten por ello.
Viñeta de Svenn, el Desagradable
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