El Siglo XXI sorprendió a los miembros de la corporación historietística con una novedad impensada: Sus servicios ya no serían necesarios, o por lo menos no su condición de “autores”, “artistas” o cualesquiera fueran los títulos que los habilitaban para acumular fortunas. Las nuevas estrellas del firmamento del cómic, en lugar de gatos parlantes, ratones parlantes o marineros tuertos parlantes serían a partir de ahora una serie de “caritas” expresando estados de ánimo, que copypasteadas por infinidad de usuarios anónimos protagonizarían otra infinidad -aún mayor- de breves relatos satíricos.
Nuestra Era es, nos guste o no, la Era de los “Memes” de Internet, y sus representantes más exitosos son los de la serie Rage Comics, protagonizados por rostros pétreos conocidos como “Troll face”, “Cereal Guy”, “For Ever Alone” y demás monstruos bidimensionales. Su sistema de producción es colectivo, anónimo, simultáneo y con una sobreproducción “a la japonesa”. Así como sólo un desocupado muy proactivo podría leer todas las revistas de Batman que se publican mes a mes, ni siquiera un ejército de lectores profesionales, entrenados y bien disciplinados sería capaz de leer el tsunami de Rage Comics que se publican en la red día a día, minuto a minuto, segundo a segundo, desde todos los puntos del planeta y en todos los idiomas existentes; y sólo artistas muy prolíficos –y al borde del workaholismo- como Sergio Aragonés, Shotaro Ishimuri y Gustavo Sala podrían seguirles el paso.
Por lo menos eso es lo que quería, hasta hace unas semanas, el imaginario popular: Una revolución masiva y popular, sin centro ni liderazgo, capaz de reducir a los llamados “artistas” a meros fósiles del pasado, y restregándoles una Verdad que todo dibujante carga en su interior con mayor o menor oprobio: Cualquier infeliz puede hacer una historieta.
Hasta el descubrimiento que David Himmel, el reconocido investigador y crítico de historietas publicó en el Comics Journal de principios de octubre: ¡Los “Memes” tienen Autor!
Macabro hallazgo en un viejo desván.
“Esos rostros que aparecían periódicamente en el muro de mi Facebook desde mediados del año pasado me recordaban algo”, escribe Himmel en su nota. “Y una noche en la que desperté sudando frío, fui a la casa de mi madre y revisé, lleno de adrenalina, algunas pilas de revistas que había dejado allí luego de uno de mis divorcios. Y en un viejo Tip Top Comics, una publicación de corta vida del año 1923, encontré lo que buscaba.” En este primitivo comic book que recopilaba tiras cómicas de algunos periódicos del medio Oeste, figuraban nada menos que cuatro páginas firmadas por M. M. Rage, llamadas precisamente ¡Rage Comics! Imaginarán quiénes son sus protagonistas: Troll Race, Rage Guy, Fuck Yeah y demás miembros de la troupe que hoy ornan millones y millones de breves sátiras sobre temas tan variados como la presencia simultánea de la Popis y Doña Florinda, problemas para bajar juegos de Internet, sexo con animalitos y otras preocupaciones del mundo adolescente.
“Investigando un poco sobre el tal ‘Rage’”, cuenta Himmel, “descubrí que se trataba de un dibujante que jamás tuvo la habilidad de dibujar caras, por lo que fotografiaba –estamos hablando de la era pre-fotocopiadora-, recortaba y pegaba los mismos rostros una y otra vez, sobre los cuerpos que podía dibujar con un mínimo de competencia”. Himmel fue más allá, y tras meses de ardua investigación encontró en un enorme galpón de Nantucket miles y miles de originales del dibujante, cuyos argumentos se corresponden casi a la perfección con los de los Rage Comics online de hoy. Sólo cambian algunos nombres propios, pero intercambiando “Justin Bieber” por “Al Jolson” el sentido y el remate de ambas versiones es idéntico; mientras que los gags sobre Internet parecen calcados -con ligeras modificaciones- de algunos cómics donde M. M. Rage satirizaba las novelas radiales de ese entonces.
La conclusión del crítico es lapidaria: “Ignoro cómo han llegado los cómics de M. M. Rage al dominio público de Internet –aunque los herederos del dibujante ya están tomando cartas en el asunto-, pero todo parece ser obra de alguien a quien un dibujante le cagó guita, para desprestigiar y devaluar el oficio. Lo que sí podemos concluir, gracias a Dios, es que la idea del ‘Autor Colectivo’ ha sido una vez más sensatamente despedazada, y que dibujar historietas es una tarea que sólo corresponde a gente muy especial, inteligente y capacitada y que merece ganar fortunas; y que ponerla en manos de amateurs y gente del común es algo peligrosísimo y pecaminoso y que debería estar prohibido por las autoridades internacionales.”
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1 comentario:
esto es verdad????
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